Como creyentes bautizados, libres y fieles, y seguidores de Jesucristo, aceptamos Su mandato de ir por todo el mundo y llevar Su mensaje de amor y perdón a la gente de todo el mundo.

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Afirmamos que cada individuo es sacerdote ante Dios y entre sí, capaz de conocer y hacer la voluntad de Dios. Cada persona es libre de interpretar y aplicar las Escrituras según los dictados de su propia conciencia, guiados por el Espíritu Santo, y no según un credo eclesiástico o un documento humano.

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Creemos en la iglesia local como una asociación voluntaria de creyentes bautizados. Cada iglesia es autónoma y se autogobierna, eligiendo para su propio liderazgo de servicio a quienes siguen el ejemplo de Cristo. Estas distinciones históricas no son periféricas ni tangenciales, sino esenciales para ser bautistas.

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Nuestra comunidad afirma el principio de unidad en la diversidad y es inclusiva en lugar de excluyente.

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Abogamos por la igualdad entre los creyentes, la autonomía de la iglesia local, la libertad bajo Dios para que todos ejerzan los dones del Espíritu y las bendiciones compartidas del ministerio cooperativo. Creemos y defendemos la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad del alma y la separación de la Iglesia y el Estado. Reconocemos el oficio superior del Espíritu Santo al presidir la Palabra, guiando a los creyentes en su búsqueda de la verdad divina en sus páginas.

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No buscamos fomentar los prejuicios de ningún pueblo, las tradiciones de ninguna institución o nación, ni la influencia de ningún gobierno. Nuestra comprensión de la voluntad de Dios es nuestro objetivo constante. Nuestra única reivindicación es la cruz de Cristo, nuestro único propósito es la voluntad de Dios y nuestro único poder es el amor de Dios.